hoy los dejo en la duda,
¿lo de abajo es un cuento, una descripcion o un relato?
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(texto apto para semana con alerta meteorológica)
(leer acompañado de track 1 o 6 - Bajofondo Tango Club)
Noche abierta y sin estrellas en Villa Real, y los colectivos a Liniers tan llenos que la opción que quedaba para volver desde la obra de mi amigo a mi casa era caminar por Melincué; todavía estaba metido en mi día de oficina, tratando de generar una forma para un producto e inventar un nombre atractivo para un servicio. La calle estaba oscura, iluminada de a ratos por algún poste de luz que halla quedado después de años de vida sin mantenimiento. Ya tenía una cuantas cuadras caminadas cuando llegue al 5100. Seguí con la actividad de caminar hacia casa cuando la luz blanca de una puerta abierta me llamó la atención (en mi barrio las puertas permanecen siempre cerradas). Cuando ya la perspectiva me invitaba a ver había adentro, los vi. Ahí estaban ellos, con sus setenta y pico de años a cuestas, bailando solos un tango de Discepolo; que reconocí rápido por culpa de un trabajo de morfología que me llevó a escuchar esa música y enamorarme de ella. No salía de mi asombro y deje de caminar para observar en silencio, escondido por esa cortina transparente de aire que parecía estar colgada de los dinteles de esa vieja puerta negra. Cuando se asomaba por el parlante de esa radio vieja el ultimo compás, Doña Eva me descubrió. Él se dio cuenta rápido que algo pasaba; se podía sentir la mirada de su compañera como si él tuviese un par de ojos en la espalda. Se incorporó, se dio vuelta y me aterré por un segundo y medio hasta que escuche el amable –Eh pibe, pasa, pasa- de Don Oscar.
-No, disculpen.. no quería interrumpirlos-
-Para nada campeón, ¡¿para que crees que la puerta está abierta?!, dale entra!- Replicaba don Oscar con una sonrisa mientras doña Eva miraba abrazada de costado a su compañero. –Entra antes que empiece el tango que viene-
Realmente la escena toda me llamo la atención, con los cuadros con fotos colgados de esas paredes blancas de garage reciclado, y la cantidad de medallas y trofeos abarrotados en una pequeña repisita de caoba. Doña Eva interrumpió mi caminar pausado y prudente hacia adentro del garage –¿Nene, como te llamas? ¿Sabes bailar tango?- No, mire.. la verdad siempre me intereso pero nunca baile..me llamo Santiago- -Bueno Santiago- interrumpe Don Oscar –Mi nombre es Oscar, ella es Eva mi compañera y tiene mas kilómetros de pista que la nueve de Julio, ella te va a enseñar- No podía rechazar la invitación, ambos me recordaban alguna versión ecléctica de mis abuelos ingleses mezclada con aquella imagen mental de mi abuelo paterno, que nunca conocí, andando por Caballito con su sombrero a cuadros y su aire porteño. Antes de llegar a la improvisada pista, me detuve a ver las fotos más de cerca, entonces Don Oscar se acercó a presentarme como amigos a sus viejos amigos de milongas, sus parejas, sus trajes de concurso de baile y sus fotos con jóvenes bailarines como su nieto y su nieta hasta que Eva lo interrumpió, -Che, no me distraigas al pibe que no aprende mas así, anda y ponete un tango piola Oscarcito’- Oscar obedeciendo a Eva y yo parado en medio de la pista, con los dos ojos celestes de Eva, desgastados de ver compañeros, y su voz avejentadamente tierna explicándome como debía tomar a mi pareja. Eran de esas lecciones, de esas que cargadas de duda y emoción no se olvidan ni se entienden, solo se sienten y se hacen al compás de otro tango del veinte. Eva me explicaba que ‘la gracia de la cosa es la contención’ y que todo esto no se parecía a bailar un lento de Luis Miguel (si, a mi también me sonó extraño el comentario, sonreí) que la intención estaba puesta en la mirada, en el cruce de pies en ese contratiempo, en la forma de estrechar amablemente a tu pareja, ‘sosteniendo pero no apretando’. No podía sentirme incomodo bailando con Eva mientras Don Oscar miraba pitando un cigarrillo y tosiendo un poco, la complicidad compleja de ser el nene que se asomó a la puerta iluminada atraído por valla a saber que, la misma picardía de Don Oscar presentándome bailarines viejos y comparándolos entre si como si yo entendiese de que hablaba.
Como ‘él’ se daba cuenta que Doña Eva miraba la puerta, me di cuenta yo cuando estaba de espaldas y escuche el movimiento. Me incorporé y un par de ojos pardos me miraron mientras esa voz desconocida saludaba a Don Oscar, que estaba parado en la otra punta de la pista bajando el volumen. Era una de esas morochas, de esas que te explican sin hablar que la belleza puede vestirse de pollera negra y toppers blancas. No podía dejar de mirarla, y mi compañera de compases, cómplice inmediata del asunto, dejó de bailar para dirigirse a la cocina. –Hola.. me voy a poner los zapatos y vengo- Ella y Eva se escondieron un momento, mientras Oscar venia a mi con una sonrisa que entendí luego –Uia! Llego Carlita- -y quien es Carlita?- -Tu compañera nene-.
Mi cerebro fue siempre bastante prejuicioso y los pensamientos como ‘Yo, en zapatillas bailando con una chica en zapatos?’ o ‘Hace menos de 10 minutos que bailas, deja de mentir’ y 'Es demasiado bella para bailar con la bestia' venían de a chorros a mi conciencia mientras el ultimo compás del tercer tango se iba por los agujeritos del parlante –No, disculpe don Oscar, pero la verdad que debería irme.. tengo cosas que hacer- -Santiago, decime, ¿de donde sos vos?- -¿Yo? Soy de acá, Versailles, pero viví muchos años en Caballito- respondí usando mi clásica respuesta standart. –¿Y un porteño como vos no se le anima a una nena como Carlita?, pero dale varón!-
Entre rizas y anotar la dirección de la vieja puerta negra, que resultó ser un centro cultura improvisado donde dos bailarines de los famosos de aquellos años del tango todavía daban clases, me despedí de don Oscar con un apretón de manos y le deje saludos y un eterno agradecimiento a doña Eva. Oscar seguía sonriendo mientras salía de la puerta –‘Nene, te voy a enseñar de Milonga la próxima a vos!’ me gritó despacio mientras estaba justo parado en el umbral de la puerta, pasando ya la cortina transparente.
Llegando a la esquina de Melincué al 5000 me arrepentí.
Hay cosas que solo una vez en la vida pasan..
1 comentario:
no es ni un cuento, ni una descripcion ni un relato! es una mentiraaaa!
igual, dudo que la inventaste.. por que al final dormiste, asi que puede ser real.. ay Carlita! (que navoo)
la proxima voy yo y me hago el tanguero! varon!? jajaja!
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